viernes, 29 de enero de 2010

Dicen Que esta temporada va a ser buenísima, por guillermo yacknícolson

Expectativa, ansiedad, mucho trabajo, preparativos, refacciones, ensayos, arreglos, pintura... Esto nos pasa a los marplatenses a esta altura del año, cada año. Ineludiblemente confiamos en que la próxima temporada va a ser buenísima. Depositamos todas nuestras esperanzas en ella (la temporada) y la imaginamos calurosa, voluptuosa, abundante, como a una mujer hermosa que nos amará, como a una hembra proveedora de felicidad y satisfacción que luego de dos meses intensos nos dejará los bolsillos llenos de billetes y con eso nos alcanzará para vivir los diez meses restantes del año. ¿La temporada es quizá el mito marplatense por antonomasia? La temporada es la fantasía de la salvación para todo marplatense que se digne de serlo. Salvación monetaria, en principio, pero quizá no sólo eso: una buena temporada le daría sentido a todo, a tanto sacrificio, a tanto frío, a los arduos meses de espera. Una buena temporada justificaría haber soportado el perpetuo fresquete de nuestros once meses de invierno. Inexorablemente, cada febrero (a veces antes) nos llega la decepción. La temporada nos defrauda. Nos cae la ficha de que no fue buenísima, y que todo lo que prometía era sólo ilusión... y nos vemos serrateanamente chupando un palo sentados sobre una calabaza, metidos con el agua hasta los tobillos en la fuente de la peatonal. Vemos que esas palmeras no corresponden a este frío ni a este viento, no son realmente de aquí, vemos que todo lo que hemos preparado para la temporada no fue más que una escenografía, las palmeras, las carpas de los balnearios, los negocios se arman y se desarman como cartón pintado. La temporada, esta mina, era una actriz, bastante mala actriz, que hizo su show veraniego y se las tomó, y nos dejó en banda. Nos damos cuenta lo tontos que hemos sido y nos juramos que nunca más vamos a caer en su trampa. Esta mina nos prometió algo que no era, y se fue. Luego vuelve el invierno, como siempre. Llega el frío, el invierno en Mar del Plata es largo, muy largo, larguísimo, interminable. Y vaya a saber por qué misteriosa razón el invierno (o quizá el frío) opera como una especie de liquid que borra nuestra desilusión, borra la desesperanza, borra el descrédito que se ganó la temporada pasada, y promediando agosto, comienza nuevamente la bola: primeras pinturas de casas, plan de un nuevo puesto en la feria, vender huevos duros en la playa, las ideas más disímiles, delirantes y geniales: estrenamos otra obra... "con esto no me puede ir mal" "este verano se viene con todo" y la que a mi más me gusta: " dicen que esta temporada va a ser buenísima" y otra vez gira la rueda. Llega la temporada, nos habíamos olvidado lo linda mina que es, es una hembra hermosa, que nos emboba, nos enceguece, nos atrapa, la queremos sólo para nosotros, y nos olvidamos totalmente de todo lo que nos hizo sufrir hace un año, de cómo nos engañó. Nuevamente nos entregamos, nos tiramos de cabeza, nos enredamos en sus brazos, entre sus tetas, mientras un vientito gélido anuncia en pleno enero la proximidad de un invierno que nunca se irá del todo.

Noviembre 2009

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